PRIMEROS POBLADORES

Podría sospecharse con cierto fundamento la presencia de algún poblado vetón en las solanas del Valle de la Gaznata. Lo sugeriría la cercanía de algunos poblados vetones,-Toros de Guisando, Ceniceros, Berraco, por el sur, y por el norte Ulaca, Las Cogotas…-, y la condición del valle como lugar de paso, casi obligado, hacia el sur.


Más razonable parece situar la fundación del primer núcleo poblacional entre los siglos XI y XII, dentro del impulso repoblador de Ávila y su Tierra que Alfonso VI llevó a cabo tras la conquista de Toledo en el año 1085. La misma denominación de “San Bartolomé de Pinares” nos traslada al momento de la fundación del primer asentamiento humano.


El primer documento donde aparece citado el lugar como “Sant Bartholome” y situado “in Pinares”, es la “Consignación de Rentas del Cardenal Gil Torres” ordenada al obispado de Ávila, del año 1250. Es un interesante elenco de las posesiones de este obispado junto con todas las parroquias del mismo, muchas de ellas hoy desaparecidas.


San Bartolomé era una de las 73 aldeas que pertenecían al sexmo de Santiago, uno de los siete sexmos que componían la Universidad y Tierra de Ávila. Nuestra aldea debió de ser feudo de algún señorío durante la Baja Edad Media aunque de ello no tenemos constancia. Ciertamente no perteneció a ninguno de los señoríos abulenses, ya que las relaciones de estos señoríos en este periodo no aparece citada.


La iglesia tuvo su presencia en la aldea desde el inicio, como no podía ser de otra forma en una sociedad de cristiandad. Hasta 1396 no tenemos constancia de la existencia de templo alguno, pero es fácil suponer que hubiera alguna edificación anterior. Y esto sobre todo, por las imágenes románicas de San Blas y Santa Lucía del siglo XIII, que embellecen el segundo cuerpo del retablo de Santa Teresa de la Iglesia parroquial.

CRECIMIENTO DEMOGRÁFICO Y ECONÓMICO


Los siglos XIV y XV van a suponer un momento de expansión demográfica y económica para la aldea. La agricultura y la ganadería son potenciadas merced a la expansión del termino de la aldea y la influencia de la Cañada Real que lo atravesaba.


A mediados del siglo XV comienza a construirse un nuevo templo parroquial del que conservamos la portada de entrada al atrio, la torre y la cabecera de la actual iglesia.


EXPANSIÓN TERRITORIAL


En la progresión experimentada influyó sobremanera la ampliación del marco geográfico, debido a diversas concesiones de que fue objeto la aldea. Esto propició el incremento de tierras para la labor y dehesas para pastos, beneficiándose de ello la agricultura y la ganadería. Entre los siglos XIII al XV van a producirse tres donaciones de terrenos.


El primero es concedido por cuatro caballeros de la ciudad de Ávila en 1274 por mandato del rey Alfonso X que, tras visitar Ávila y escuchar a los legados de los pueblos, quiso concederles terrenos para que las aldeas se poblasen mejor. Algunos de los topónimos utilizados para la descripción de los terrenos todavía persisten: arroyo la Mujer, majadilla la Cierva, arroyo del Tejo, la Boñigosa, Villarejo, Colmenarejo y la Gaznatilla, limitando con el heredamiento  del Herradón.
En virtud de la potestad que le otorgaba ser alcalde entregador de la Mesta, Garci Fernandez de Melgar en 1347 concede a San Bartolomé la posesión de una dehesa. Estos son los nombres de algunos de los terrenos: Peñanegra, Magrao, Espinarejo, Vinarejo, boca de la Gaznatilla, Coscojosa y Casasola.


En 1402 otro alcalde de la Mesta, Juan de Piña, concede a la aldea otra dehesa para sus ganados. Los límites van desde Mantijierro a la Gaznata y siguiendo el camino del Herradón hasta el arroyo Valvellido, eras de Navagallegos hasta la boca de la Gaznatilla. Esta ampliación de terrenos tuvo como consecuencia negativa los litigios con los núcleos de población vecinos, que a menudo litigaron por ampliar su frontera en los límites con San Bartolomé.  Se realizaron dos deslindes, el primero en 1451 entre el Horcajo y la Puentecilla; el segundo en 1561, donde hubo de revisarse toda la linde.

 

LA MESTA Y LA CAÑADA REAL LEONESA ORIENTAL


El paso de la Cañada Real Leonesa Oriental  por el término municipal y la ocupación ganadera de los pobladores del lugar, hicieron que la pequeña historia de San Bartolomé quedara ligada a la del Honrado Concejo de la Mesta.


La Mesta fue fundada en 1273 por el monarca castellano-leones Alfonso X el Sabio. Era una agrupación de ganaderos tanto para asegurar los pastos de sus ganados, como para mantener libres las cañadas para el paso de rebaños.


La importancia económica de la institución tuvo como consecuencia que durante los siglos XIII al XV los monarcas hicieran de ella objeto de sus privilegios. La Mesta se organizó y adquirió con el tiempo un cuadro administrativo bastante complejo. Los distintos funcionarios se ocupaban de la administración interna. Dicha administración contaba con procuradores, secretarios, alguaciles y escribanos. El Archivo Municipal de San Bartolomé conserva los nombramientos de dos “procuradores especiales”, Adán Pérez y Gil Torre, en 1326. Eran defensores de los derechos de la Mesta y podían actuar como tales en caso de juicios en los que estos derechos estuvieran en juego. La administración de justicia, no obstante, estaba encomendada a los “alcaldes”.


Ademas de la función el alcalde mayor entregador tuvo dos funciones ; la entrega de posesiones y dehesas a los concejos y el deslinde y cuidado de las cañadas. Haciendo uso de este privilegio, los alcaldes mayores concedieron dos dehesas a San Bartolomé. La primera fue concedida por Garci Fernández Melgar,  en nombre del alcalde mayor D. Yenego López Orozco el 1 de marzo de 1347. La segunda fue otorgada en 1402 por Juan Piña, en nombre de Garci Alvarez de Toledo.


 UNA COMUNIDAD FLORECIENTE


Tras el largo periodo de consolidación que supuso la etapa medieval, la primitiva aldea va a experimentar a partir del S XVI un despegue que la va a situar entre los núcleos más influyentes de la Tierra de Pinares. En ello tuvo mucho que ver su nuevo régimen de gobierno, que va a propiciar una definitiva ampliación del término municipal y un fuerte incremento de la actividad económica. Y así mismo fue determinante la localización geográfica de la recién nombrada “Villa”, que seguirá siendo lugar de paso para ganaderos y viajeros de todo tipo.


Como reconocimiento de la relevancia de esta población en 1654 se confirió a San Bartolomé el título de Villa. Según D. Marcelo Gómez Matías, el primer documento en el que figura como tal es del 1 septiembre de 1654.


En 1670 disfrutaba del señorío D. Fernando Valenzuela, que había comprado las tierras que se extendían desde Ávila hasta Cebreros.  En 1675 se le nombra “marqués en Castilla de la Villa de San Bartolomé de Pinares, con el título de Marquesado de Villasierra”, con lo que , desde entonces, nuestra Villa va a estar unida a ese título.


Al año siguiente D. Fernando cae en desgracia por la oposición de D. Juan José de Austria, le enajenan todos sus bienes y es desterrado a Filipinas. Posteriormente murió en Mejico en 1692. Sin embargo, permaneció el título del marquesado que ostentó su mujer, y posteriormente su descendencia, al menos hasta los albores de nuestro siglo.


En este periodo se definiría a la Villa como lugar pasajero. Ademas de la Cañada que en las épocas de trashumancia acercaba a San Bartolomé ganaderos en busca de mejores pastos; la carretera, que tangencialemente pasaba por el casco urbano, era paso habitual desde Ávila hacia Toledo y Madrid.
Para acoger a los viajeros, San Bartolomé contó con tres mesones o paradores, además de un Hospital.


Aunque la población sigue dependiendo de la agricultura y la ganadería en la Villa también podíamos encontrar  guardas forestales, serradores, carpinteros, herreros, albañiles, tendero, tabernero, carnicero y barbero.


La explotación de los pinares era exclusiva del Concejo, que autorizaba las cortas y recibía el beneficio de sus ventas. Este monopolio en la explotación tuvo siempre como fin salvaguardar la riqueza que los pinares representaban para la Villa.
El abundante cultivo de cereales mantuvo hasta nuestro siglo hasta cinco molinos harineros; además, durante el siglo XIX, contó San Bartolomé con tres fábricas de curtidos.







Bibliografia:

San Bartolomé de Pinares. Memoria y prospectiva. Diego Martín Peñas, Alberto Sáez Gordo y Francisco Javier Luis Jiménez. Institución Gran Duque de Alba. Ávila, 1997.


www.venasanbartolo.es 2010 DaniTR