San Amador de Navagallegos, anejo de San Bartolomé


Entre las numerosas aldeas o lugares de la zona de “pinares” de las que tenemos noticia en estos siglos, hallamos una de especial relevancia por ser anejo de San Bartolomé. Desde antiguo se la conoce como Navagallegos y estaba situada en el lugar que hoy se denomina San Amador, por ser este santo el titular de la ermita que allí se hallaba.


La primera noticia que de este poblado tenemos se remonta a 1339. El Archivo Municipal nos presenta en 1384 a un tal Juan Fernández, natural de “Navagallegos, collaçion de la dicha Sanc Bartolomé”, es elegido procurador del Concejo y, como tal, actúa en un asunto de corte burocrático.


No debieron ser muchos los habitantes de este lugar a lo largo de su existencia –aunque contara con abundante actividad agrícola en su entorno, sobre todo de vides y cereales, y tuviera taberna y ermita-, ya que la capacidad de dicha ermita no deja lugar a dudas.


Bartolomé Sastre, escribano de San Bartolomé, enumera las distintas posesiones de la ermita del “señor Amador” en el momento de auge de este lugar (1622-1648), Además de los objetos destinados al uso litúrgico habitual, algunos en metales nobles (caliz y vinajeras), habla de varias lámparas y de bastantes tierras en arrendamiento.


A partir de 1648 podemos entrever la penuria y escasez de medios de la ermita y quizá también del propio poblado. El obispo de Ávila D. José Argáez manda al cura de San Bartolomé reparar el altar y otros desperfectos.
En 1740 un “gallego” ejecutó una obra en la fachada, porque estaba muy desplomada y amenazaba ruina. Y tan lamentable debía ser el estado del edificio, que, en la visita de 1757, el Ldo D.Manuel Hernanz Gómez y Araújo pide al cura con vehemencia la reparación del mismo.


La procesión y la plática se llevaron a cabo y movieron el bolsillo de los feligreses. José López y Francisco Parro, mayordomos del santo, dan fe de una obra importante en la ermita llevada a cabo entre 1759-1760. Se rehicieron la cubierta y el tejado.
La vida del poblado transcurre con normalidad hasta 1786, año en el que el cura se niega rotundamente a celebrar la fiesta del santo.


Dejamos de tener noticias de Navagallegos en torno a 1808. La causa de su despoblamiento fue la emigración de sus escasos habitantes a San Bartolomé ante la proximidad de las tropas napoleónicas que avanzaban desde El Tiemblo por el Valle de la Gaznata, arrasando cuanto encontraban por su paso.


Desde luego, éste es un final poco imaginativo para toda una comunidad humana, por eso la tradición popular elaboró una preciosa leyenda etiológica con la que perpetuar el recuerdo del anejo. Según cuentan, todos perecieron envenenados, excepto una anciana en un banquete de bodas. Una salamandra fue a parar desde el agua de una fuente a las ollas donde se cocían los manjares, a la postre asesinos, que todos degustaron. Tras un tiempo de idas y venidas de Navagallegos a San Bartolomé, la anciana terminó por quedarse a vivir en la Villa.


Hoy tan solo quedan, como testigos de las gentes de aquel pueblo, las paredes semiderruidas de la ermita, la talla rustica de San Amador en la Iglesia parroquial y el recuerdo de nuestros mayores de haber hallado en aquel lugar, durante las faenas del campo, adobes viejos, azulejos y hasta monedas. En definitiva, un despoblado más de nuestra zona, donde hubo bastantes aldeas hoy desaparecidas. Baste recordar como ejemplo el Burgo del Puente, entre el Barraco y El Tiemblo; Ceniceros en El Tiemblo; Valsordo, entre Cebreros y El Tiemblo; Villalba de Pinares, Torrecilla…






Bibliografia:

San Bartolomé de Pinares. Memoria y prospectiva. Diego Martín Peñas, Alberto Sáez Gordo y Francisco Javier Luis Jiménez. Institución Gran Duque de Alba. Ávila, 1997.


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